Octavo MandamientoEditar
El octavo mandamiento de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica
La Iglesia enseña que «una vez que Dios es el «Verdadero» (Romanos 3:4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad» y testimoniar la verdad revelada por Jesús y manifestada totalmente por Jesús., Por eso, de acuerdo con la Iglesia, las violaciones y ofensas a la verdad son pecados y tienen diferentes grados de gravedad, dependiendo de las «intenciones de quien comete y los daños sufridos por sus víctimas.» A continuación se enumeran los delitos o violaciones:
- Falso testimonio y perjurio: declaraciones hechas públicamente ante un tribunal por obstruir la justicia, condenando a los inocentes o exonerando a los culpables, o aumentan la pena del acusado.,
- Juicio temerario o precipitado: creer y admitir algo como verdadero, sin pruebas suficientes, en divulgaciones que acusan a otros de los defectos morales.
- Maledicencia: la difusión de los «defectos de los demás a las personas que no hacen caso», sin razón objetivamente válida.
- Calumnia: mentir para dañar la reputación de una persona, proporcionando oportunidades para que otros puedan hagan juzgamientos falsos acerca de la persona calumniada.,
- Halago, adulación o complacencia, «alienta y confirma a otro en los actos maliciosos de su maldad y su conducta,» puede ser, entre otras cosas, un «discurso para engañar a otros para beneficio personal.»
- Jactancia, vanagloria, presumir, alardear o burlarse: discurso que solo honra a sí mismo y deshonra a los otros.
- Mentira: es «decir lo que es falso con la intención de engañar» siendo por eso la «ofensa más directa a la verdad» porque la contradice., El Catecismo afirma que la mentira, al dañificar «la relación del hombre con la verdad y con el prójimo, ofende la relación fundamental del hombre y de su palabra con el Señor».
La Iglesia exige que los que han manchado la reputación de los demás tienen que reparar las falsedades que han sido comunicadas. Sin embargo, la Iglesia también enseña que toda persona tiene derecho a la privacidad, por eso que no hay necesidad de que una persona revele una verdad a alguien que no tiene derecho a saberla., Los padres tienen prohibido violar el secreto de la confesión, independientemente de cualquier circunstancia o razón y no importando cuan grave sea el pecado o su impacto en la sociedad. Cualquier padre que viole el secreto de la confesión incurre en excomunión latae sententiae, esto es, «por el hecho mismo de violar la norma».Incluidos en la enseñanza de la Iglesia sobre este mandamiento está el requisito que los cristianos den testimonio de su fe «inequívocamente» en situaciones que lo requieran., Está condenado el uso de las nuevas tecnologías por parte de individuos, empresas o gobiernos para propagar mentiras.
Noveno MandamientoEditar
El noveno mandamiento de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica
Betsabé en el baño por Rembrandt, 1654., La historia del Rey David y Betsabé ilustra que la codicia lo llevó a los pecados del adulterio y del asesinato.
El noveno y décimo mandamiento tratan de la codicia, que es una disposición interior y no un acto físico. El Catecismo distingue entre la codicia de la carne (deseo sexual por otro cónyuges) y la codicia de los bienes materiales.
De acuerdo a los textos bíblicos, Jesús enfatizó la necesidad de pensamientos puros, así como de acciones puras, y afirmó que «cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.,» El Catecismo afirma que, con la ayuda de la gracia de Dios, hombres y mujeres están obligados a superar la lujuria y otros deseos carnales, «tales como las relaciones pecaminosas con un cónyuge de otra persona.» La pureza de corazón es sugerida como una cualidad necesaria para realizar esa tarea. Las habituales oraciones e himnos católicos contienen un pedido para esa importante virtud. La Iglesia identifica los siguientes dones de Dios que ayudan a mantener la pureza de una persona:
- Castidad, que permite que las personas se amen con un corazón recto e indiviso.,
- Pureza de intención, que procura cumplir la voluntad de Dios en todo, sabiendo que solo Él puede llevar a los hombres a su verdadero fin.
- «Pureza de la mirada, exterior e interior,» disciplinando los pensamientos y la imaginación para rechazar aquellos que son impuros.
- Oración que reconoce el poder de Dios de conceder a una persona la capacidad de superar los deseos sexuales.
- Modestia y pudor corporal y de los sentimientos, que implica discreción en la elección de las palabras y del vestuario.,
Acorde a las escrituras, Jesús declaró que son «bien-aventurados los puros de corazón, porque verán a Dios». La pureza de corazón, que introduce el noveno mandamiento, es la «condición previa» para los santos vean a Dios cara a cara y permite a la persona vea las situaciones puras y las personas como Dios las ve. Esta manera de ver las cosas le permite «aceptar al otro como un «próximo» y comprender el cuerpo humano, el nuestro, y del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina»., El Catecismo enseña que «hay una conexión entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe,» y los «puros de corazón» aquellos que «ponen el intelecto y la voluntad de acuerdo con las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres áreas: la caridad, la castidad o rectitud sexual, el amor a la verdad y la ortodoxia de la fe».,
Décimo MandamientoEditar
El desprendimiento de las riquezas es el objetivo del décimo mandamiento y de la primera Bienaventuranza («Bienaventurados los pobres de espíritu»), porque, de acuerdo al Catecismo, es necesario este precepto para la entrada en el reino de los cielos. La codicia es prohibida por el décimo mandamiento, pues es considerada la «raíz de donde procede el robo, la rapiña y el fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento» y que pueden llevar a la violencia y a la injusticia., La Iglesia define la codicia como un «deseo desordenado» que puede asumir diferentes formas:
- La Avaricia.
- La Codicia es el deseo inmoderado y excesivo de querer todo aquello que no se necesita.
- La envidia, uno de los siete pecados capitales, es el deseo inmoderado de querer apropiarse del bien ajeno. La USCCB la define como «una actitud que nos llena de tristeza al ver la prosperidad del otro.» Santo Agustín de Hipona afirmó que la envidia es «el pecado diabólico por excelencia., De la envidia nacen el odio, la difamación, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y el disgusto causado por su prosperidad».
Explicando la enseñanza de la Iglesia sobre este mandamiento, Kreeft cita a San Tomás de Aquino, que escribió que «un deseo malo solo puede ser superado por un deseo bueno más fuerte.» La USCCB sugiere que esto puede ser conseguido a través del cultivo de la buena voluntad, humildad, gratitud y confianza en la gracia de Dios., En su carta a los Filipenses, San Pablo de Tarso, después de listar sus calificaciones personales y hechos terrenos como judío respetado, consideró todo aquello «como pérdida, comparado con la suprema grandeza del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuya causa perdió todas las cosas. Yo las considero como estiércol para poder ganar a Cristo y ser encontrado en él». Kreeft explica que la enseñanza de la Iglesia sobre el décimo mandamiento es direccionado para esa actitud de San Pablo para con los bienes materiales, denominada «pobreza de espíritu»., Esta actitud humilde y desapegada es una bienaventuranza a ser vivida, porque, conforme a las escrituras, Jesús afirmó «¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?»